Semblanza de un príncipe cristiano

Decía Vázquez de Mella que «la monarquía es la primera de las instituciones, que se nutre de la tradición, y el canal por donde corren las demás, que parecen verse en ella coronadas». La monarquía legítima es, pues, el sostén y aglutinador de la doctrina política que corona: el tradicionalismo.

Gracias a la continuidad venerable de nuestros queridos Borbones legítimos, el Carlismo ha llegado vivo a nuestros días. Una proeza de la que no puede presumir, por desgracia, ningún otro movimiento contrarrevolucionario. Precisamente, es la dinastía legítima y su autoridad natural lo que ha salvado y salva al tradicionalismo español de las brumas de una teorización sin concreción política, la división o la heterodoxia.

Los Borbones, hijos de los Capetos que tantas glorias dieron a la Cristiandad, insertaron en el Escudo Real las flores de lis, como corazón humano y temporal. Unas flores que, desde los Reyes Don Alfonso Carlos y Don Javier, tienen como norte los Sagrados Corazones de Jesús y de María en el mismo blasón. Y es que hablar del Reinado Social de Cristo, hablar de Cristiandad, es hablar de Realeza. Algo que los tradicionalistas españoles tenemos el privilegio de atesorar en el Abanderado de la Tradición.

Porque Don Sixto Enrique, emparentado con la mayoría de las casas reales católicas, enarboló una bandera que había sido despreciada por su hermano y los que le siguieron en su catastrófico error. Una bandera que muchos se negaron a reconocer; bien por acomodamiento al nuevo régimen constitucional, bien por la nueva situación de la Iglesia tras el desastre del Vaticano II, bien por modas políticas espurias. Así, salvó heroicamente la Santa Causa en Montejurra y asistió como Príncipe cristiano a las consagraciones episcopales de Écône en 1988, realizadas por el Arzobispo Marcel Lefebvre y el Obispo De Castro-Mayer.

Don Sixto Enrique de Borbón, heredero de origen y ejercicio de la monarquía legítima, ha cumplido con su papel de príncipe cristiano estando siempre al frente de las reivindicaciones políticas más justas y beneficiosas para los intereses de España y de la Iglesia. Habiendo cursado estudios universitarios, el Duque de Aranjuez se alistó bajo nombre supuesto en la Legión Española. Sirvió después en el Ejército portugués en África, donde recibió formación castrense de alto nivel, participando en la guerra en las provincias africanas de Portugal.

El compromiso político y vital de Don Sixto Enrique queda más que comprobado recorriendo su historial: desde su ofrecimiento como voluntario para la guerra de Las Malvinas a su denuncia del sionismo y su protección de los cristianos del Líbano. Eso le costó sufrir un atentado casi mortal, así como perder a su sobrino y colaborador Don Eduardo Javier de Lobkowicz en otro atentado terrorista. De Su Alteza Real es conocida su labor en Hispanoamérica, sus viajes y los años de su vida en la América española, y la atención que ha procurado a los cristianos de Oriente Próximo y el norte de África.

El Señor, como nos gusta decir a los carlistas en un uso tradicional de España, vive con interés todos los acontecimientos sociales y políticos de trascendencia, analizados desde un inteligente enfoque geopolítico que le ha llevado a realizar simposios y conferencias en varios países. Don Sixto Enrique de Borbón es gran conocedor de la política rusa. En París tuvo contacto con la colonia de rusos blancos que vivía exiliada en París durante el periodo soviético, y era conocida su amistad con el tristemente fallecido General Lebed, que fue candidato a la presidencia de Rusia, quedando como tercera fuerza en el viejo imperio de los zares.

Del Señor es conocida su labor en Hispanoamérica, puesto que han sido frecuentes sus viajes a la América española y ha vivido unos años en Argentina. Allá se dedicó a la explotación agrícola de una hacienda y a la crianza de ganado. Más tarde sufrió un grave accidente de coche que no ha afectado a su carácter y actividad política. Así en Uruguay, coincidiendo con la asistencia del hijo de Juan Carlos a la toma de posesión del presidente electo Tabaré Vázquez, visitó en 2005 al perseguido expresidente Juan María Bordaberry, quien fuera dirigente del país entre los años 1972 y 1976, fallecido en 2011. El expresidente fue uno de los principales exponentes de Carlismo fuera de la Península. Por ello le fue otorgada la Orden de la Legitimidad Proscrita el 3 de mayo de 2006.

Pero las notables relaciones políticas del Abanderado de la Tradición no se quedan ahí. En lo que respecta al Próximo Oriente y al norte de África, Don Sixto Enrique tenía excelentes relaciones en Iraq. Entre ellas se contaba el difunto dirigente cristiano Tareq Aziz, Ministro de Asuntos Exteriores entre 1983 y 1991 y Viceprimer Ministro Adjunto entre los años 1979 y 2003, entre otros cargos. El Duque de Aranjuez es vicepresidente de la asociación SOS Enfants d’Irak y miembro honorario de la Medical Aid for Iraqui Children.

No menos conocida es su labor en el Líbano, donde su hermana mayor la Infanta Doña Francisca fundó la Association Malte Liban. También es famosa su amistad con el actual presidente del país de los cedros, el General Michel Aoun. En cuanto al Norte de África, el Señor ostenta el alto patronazgo de la asociación española Nuestra Señora de África, con la que visitó Libia. Alto patronazgo que también ejerce sobre el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II. Y mucho más que dejamos para otra ocasión.

La vida de Don Sixto Enrique de Borbón es todo un ejemplo del compromiso político del príncipe cristiano que será difícil de superar. Un modelo vivo irrepetible que sus leales guardaremos siempre en nuestra memoria y que engrandece la vasta y gloriosa historia del Carlismo. Esperamos –y que no resulte una imprudencia decirlo– que podamos hablar en breve de Don Enrique V, para coronar una trayectoria inigualable en unos tiempos donde la Revolución parece haber tenido un triunfo casi definitivo. En la solidez de nuestros principios y la lealtad a la monarquía, los carlistas mantenemos La Esperanza del triunfo definitivo de la Santa Causa.


Fuente: artículo publicado en LA ESPERANZA en dos partes:

1: Semblanza de un príncipe cristiano (I)

2: Semblanza de un príncipe cristiano (y II)